Karla Guerra Mendez

Mi momento llegó a los 15 años. Sentada en el sofá, frente a la biblioteca de mi tía —a quien adoro—, un lomo que decía “MERCADOTECNIA” me atrapó. Mientras mis primas hojeaban revistas de moda, yo devoraba ese libro. Tres horas después, lo cerré y corrí a la cocina. Quería observar cada producto de la alacena con otra mirada: marca, empaque, colores y diseño.

Ese día no solo aprendí un nuevo concepto: entendí que existía un lenguaje secreto entre los productos y los consumidores. Descubrí un camino profesional insospechado que quise profundizar; a esa corta edad dije que ese sería mi camino.

Detrás de esa niña en el sofá hay una historia que merece ser contada.
Mi vida ha sido cualquier cosa menos predecible. Crecí en Venezuela, en una familia que desafía cualquier definición: seis hermanas, un hermano, tres padres y una madre con personalidad impredecible. ¿Complicado? A veces. ¿Malo? No siempre. De cada uno extraje lecciones únicas, pero fue mi abuela —mi raíz mágica— quien me enseñó que nada pasa por casualidad, que todo tiene un propósito y que descifrarlo es el camino.
Mi entorno familiar, me dio el carácter y la determinación, la academia me dio las bases; pero la calle me dio las alas.

Seis títulos universitarios respaldan mi conocimiento (aunque ninguno cuelga de mi pared: viven en mi práctica diaria).

La universidad me enseñó las teorías fundamentales, los modelos clásicos, la rigurosidad del método. Amo la academia y siempre volveré a ella. Pero fue en el piso de venta, y las ganas de aprender y destacar, que, junto a muchas tazas de café y paciencia, aprendí que el marketing real sucede cuando la teoría se encuentra con la realidad.

Mis locuras más grandes han sido mis victorias más dulces. Como cuando contraté hombres, como impulsores, desafiando las reglas de la época para activaciones dominadas por mujeres. El escándalo fue inmediato, pero los resultados fueron: récord histórico de ventas. O cuando organicé un concierto de orquesta sinfónica dentro de un supermercado. Vino gente de otros estados solo para vivir la experiencia generando consumo. Creciendo el reconocimiento y la preferencia de compra a pesar de las distancias, con un +18 % de nuevos clientes.
Porque, cuando fusionas preparación académica con instinto callejero, la magia sucede.

Hoy soy un ecosistema en movimiento:

• La estratega que cuestiona todo: “¿por qué?”, “¿para qué?”, “¿cómo?” (esas preguntas son mis mantras desde niña y hoy son la guía para acompañar a quienes necesiten dirección, propósito y resultados).

• La fundadora de Impacto Global, una agencia al servicio de las marcas, que ha demostrado que el marketing con propósito sí vende.

• La creadora de Chuchuriel Sonrisa, una fundación sin fines de lucro dedicada al rescate de la primera infancia a través del juego y la recreación. Porque el éxito sin impacto social es vacío.

• La madre de un hermoso hijo que me recuerda por qué vale la pena seguir construyendo valor y patrimonio.

La mujer que promueve la sororidad, caminando de la mano de un gran hombre que celebra mis revoluciones.

Mi filosofía es rebelde pero fundamentada: el trade marketing no está en el Excel. Es Datos vs. Calle. No es teoría o práctica. Es teoría llevada a la práctica con criterio, creatividad y, sobre todo, conexión humana, construyendo amistad genuina con clientes y equipos de trabajo.

He ganado, he perdido, y me he reconstruido. Como las marcas icónicas que se reinventan sin traicionar su esencia.

¿Por qué abro mi historia así?

Porque no soy la consultora que te hablará desde un pedestal de perfección. Soy la que estudió con pasión y se ensució la ropa y las manos cargando cajas. La que respeta profundamente la academia, pero la revoluciona con la calle. La que entiende que el verdadero poder está en fusionar el rigor intelectual con el instinto visceral del mercado.

Esa soy yo Karla GuerraMaestra Marketera. No porque me auto titulé así; fueron mis alumnos y clientes quienes me denominaron y me lo gané con resultados reales y visibles.

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Bienvenid@ a mi mundo

Si llegaste hasta aquí, ya conectamos. Porque no escribo para impresionar con palabras rimbombantes. Escribo para encontrar a esos espíritus inquietos que, como yo, creen que se puede ser riguroso sin ser rígido, profesional sin perder la chispa y exitoso sin dejar de ser humano.
Donde un “¿y pa’ qué soy buena?” y un “¡Dígamelo cantando!” abren más puertas que mil presentaciones.
¿Listo para revolucionar el trade marketing conmigo?